EL GRUPO DE ESCRITORES

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EL MONTE PARNASO

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EL MONTE PARNASO SE ENCUENTRA EN ATENAS, Y SEGUN LA MITOLOGÍA, EN SU LADERA SE REUNÍAN LAS MUSAS.

MARGARITA DEL C. MORALES LO DESCRIBE EN EL POEMA QUE SE ENCUENTRA A LA DERECHA DEL BLOG:



martes, 4 de septiembre de 2012

LA MUERTE DE SARMIENTO

A 124 años de su fallecimiento

“Yo debo salir luego para el norte. Estoy muy mejorado del catarro que me ha molestado un mes, pero huyo del invierno crudo y sobre todo húmedo de Buenos Aires”. Así escribió Domingo Faustino Sarmiento a su hermana Bienvenida el 9 de junio de 1886. Los malestares físicos de Sarmiento se habían acentuado hacía unos años. A su malestar circulatorio proveniente de una hipertrofia del corazón se sumó una úlcera péptica y su sordera se convirtió en total. En 1887 el Dr. Roberto Lloveras, su “médico especial”, le aconsejó un viaje al Paraguay. Preocupaba su obstaculizada respiración y el gran trabajo a que era sometido su ya débil corazón.
En compañía de su hija Ana Faustina Sarmiento y de sus nietos María Luisa y Julio, Sarmiento se embarcó a fines de abril en el buque San Martín. En el puerto de Formosa se le rindieron honores militares. El 3 de mayo una multitud lo recibió en el puerto de Asunción del Paraguay y de allí marchó a pie hasta su residencia, una casona llamada La Cancha, ubicada en el barrio de la Recoleta.
Año 1888: 
“En el Boletín Sanitario relativo Sarmiento. La Junta médica celebrada el día 10 de Septiembre, a las 3 p.m. en la Asunción del Paraguay. Diagnóstico: LESIÓN ORGÁNICA DEL CORAZÓN. Pronóstico: ¡Gravísimo! Juan Borrás; A. Candelón; David Lofruscio; S. Andreuzzi; Guillermo Hoskins; J. Vallory; Dr. E. Hassler; Francisco Morra”.
El sacerdote de la congregación lazarista Antonio Scarella, vicerrector del Seminario Conciliar de Asunción, llegó a caballo a la Cancha con intención de visitar a Sarmiento, pero éste afirmó que no deseaba recibir los auxilios de la religión. “Yo les he respetado sus creencias sin violentarlas jamás –habría dicho a los suyos-. Devuélvanme ahora ese respeto. Que no haya sacerdotes junto a mi lecho de muerte. No quiero que por un instante de debilidad pueda comprometerse la dignidad de mi vida”.
- He escrito un libro tres veces y lo he vuelto a romper ¡Tenía cosas muy buenas! –habló con dificultad. A las once pidió ser trasladado a la cama y se durmió acompañado de una agitación intensa y anormal.
Martín García Merou permaneció junto a él casi hasta la medianoche y se retiró a su residencia algo enfermo. Pero a poco de conciliado el sueño recibió por teléfono la noticia de que Sarmiento se agravaba.
En un tranway expreso llegó al hotel de la Cancha en compañía de Sinforiano Alcorta y de José Mascías, un argentino que administraba la empresa de transportes. Pero Sarmiento ya había muerto.
A pocas horas de iniciado el día martes 11 de septiembre de 1888 Domingo Faustino Sarmiento pidió que lo dieran vuelta del lado izquierdo. En esa posición “abrió los ojos con un movimiento espasmódico y quedó muerto”.
Eran las dos y cuarto de la madrugada. Murió en su catrecito de hierro, encima de algunos almohadones; su rostro dado vuelta hacia la pared y una de sus manos extendida sobre el cuerpo.
Escribió García Merou: “La noche tropical era tranquila, húmeda, poblada de rumores extraños, en que se confundía el lamento de la brisa entre los árboles, el canto lejano de alguna ave solitaria y el ruido sordo del río que precipitaba sus ondas a la distancia. Eran las dos de la mañana y el cielo cubierto de estrellas empezaba a palidecer, como esperando la invasión de las primeras claridades del alba… Al llegar a la Cancha nos precipitamos en la habitación del enfermo, y una escena imponente se presentó a nuestros ojos. Sarmiento acababa de expirar”. […] Su expresión es serena y majestuosa. Parece dormido después de tantas luchas y fatigas”.
Francisca Obligado de Jurado se apresuró a colocar sobre su pecho su propio crucifijo.
 El joven Alió ofreció la versión de la muerte en su sillón y leyendo, (pero en realidad, fue colocado allí para sacarle una foto, como era costumbre en esa época, cuando alguien importante fallecía):
El jueves 13 de septiembre el féretro fue transportado hasta el muelle del puerto de Asunción y cargado en el buque Alto Paraná tras los varios discursos oficiales de despedida. Cubrían el ataúd las banderas de la Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay.
Al anochecer, el navío arribó al puerto de Formosa. El lluvioso 21 de septiembre de 1888 al mediodía, las autoridades nacionales y un numeroso público recibieron los restos de Sarmiento. Hablaron Eduardo Wilde, ministro del Interior, Carlos Pellegrini, vicepresidente de la Nación, y el diputado Wenceslao Escalante. Las tropas rindieron honores al cortejo que, por la calle de Florida, se puso en marcha hacia la Recoleta. El féretro avanzó cubierto de flores; se dijo que desde un balcón lloraba desconsoladamente su ex esposa doña Benita Martínez Pastoriza. En el cementerio pronunciaron discursos Aristóbulo del Valle, Osvaldo Magnasco, Agustín de Vedia y Paul Groussac.
Los restos del prócer fueron puestos provisoriamente en el sepulcro de Dominguito Sarmiento. Al día siguiente los diarios de Buenos Aires suspendieron sus ediciones para aunarse en una sola publicación bajo el título de La Prensa Argentina: homenaje a la memoria de Domingo Faustino Sarmiento.

Fuente: Pablo Emilio Palermo

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