EL GRUPO DE ESCRITORES

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EL MONTE PARNASO

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EL MONTE PARNASO SE ENCUENTRA EN ATENAS, Y SEGUN LA MITOLOGÍA, EN SU LADERA SE REUNÍAN LAS MUSAS.

MARGARITA DEL C. MORALES LO DESCRIBE EN EL POEMA QUE SE ENCUENTRA A LA DERECHA DEL BLOG:



viernes, 22 de febrero de 2013

EL SUICIDIO DE LEOPOLDO LUGONES

A 75 años de su fallecimiento

 Tal vez un informe forense y unos libros puedan decir más sobre un hombre que todas las anécdotas que jalonan una vida.
 Leopoldo Lugones, escritor nacido en un pueblo de Córdoba en 1874, apareció muerto por envenenamiento en una habitación de un recreo del Tigre, llamado El Tropezón, el 19 de febrero de 1938. El deceso se produjo la noche anterior.
En su mesa, como imagen espartana de su vida, había una botella de whisky a medio consumir, un vaso de agua intacto, una carta y un artículo inconcluso.
La carta no decía nada en absoluto, sobre los motivos de la muerte. Sólo alertaba, que el difunto era dueño de sus actos. Fuera de eso, pedía que lo enterraran sin cajón y sin lápida. Curiosamente, la carta póstuma empezaba así:
"No puedo terminar el libro sobre Roca. Basta".
Y es éste el primer indicio sobre las razones del suicidio del discutido poeta. Pocos suicidas hubiesen recordado a cinco minutos de ejecutar su propia sentencia que no habían terminado un trabajo. Y el basta, que sigue a esta constatación resulta significativo. ¿Basta con qué? ¿Con Roca? ¿O con escribir, con la literatura, con su trabajo que se suele suponer gratificante? Este es el problema, éste es el enigma Lugones.
El informe forense puede introducir en pistas, que Leopoldo Lugones, escritor y periodista de 64 años, director de la Biblioteca del Maestro, bebió una fuerte dosis de cianuro, además de alcohol, aquella noche del 18 de febrero. La sentencia se cumplió en un lugar llamado significativamente El Tropezón.
Lugones, a quien sus escritos revelan como un hombre que no dudaba sobre su destino póstumo de bronce y laurel, un imprevisto, se descolgó sobre su vida de un buen burgués. Otros constataron que era amante de la buena ropa, que escribía de mañana, en un estudio muy ordenado y limpio, para salir a la tarde a cumplir sus tareas de empleado público. En rigor, no bebía. El whisky simplemente acompañó al veneno. Dicen sus escritos que el tratamiento del sexo, tema oculto de la poesía modernista, resultaba afectado, distante e impregnado de sentimientos machistas de dominación sublimados. Hace unos años, el poeta y narrador Juan José Hernández examinó este problema y encontró mucho más. Lugones estaba fijado a la imagen de la mujer como un enigma y su represión erótica le hacía rechazar toda idea de fertilidad y vitalidad en la mujer y soñar con la dulce doncella, la amante niña, que enamora.
Cuando Lugones muere, la noticia sonaba en todo el mundo. Estaba en auge el fascismo y pronto Hitler se lanzaría sobre Polonia. De algún modo, la revolución, aquí, de José Evaristo Uriburu, que Lugones apoyó, se había diluido en un sistema conservador y tramposo, los dirigentes se parecían más al Viejo Vizcacha que a unos aristócratas, pero no parecía eso motivo suficiente para que bebiera la cicuta.
 Recién aparecen evidencias públicas en 1984, porque al fin la dulce doncella había entrado en su vida, cuando ya tenía 52.
En 1984, la historiadora María Inés Cárdenas de Monner Sans, publicó los poemas que Lugones dedicó a su amante niña, Emilia Cadelago, a quien había conocido cuando ella era una estudiante. También incluye ese libro sus cartas, que revelan a un erotismo como nunca antes manifestó Lugones.
Dijo Borges: Se mató por amor.
El padre Leonardo Castellani, que lo había asistido en su conversión al catolicismo en 1934, durante el Congreso Eucarístico, lamentó ese suicidio de sirvienta (con cianuro)
El hijo de Lugones, el comisario Polo Lugones, (que más tarde se suicidaría)introductor de la picana eléctrica en 1930, tuvo que ver, aseguraba Emilia, con aquel desenlace.
El hijo trató de detener esa primavera tardía del padre amenazando a la familia de la chica y con meter al padre en un manicomio.
Para Borges, gran parte de la literatura posterior sería inimaginable sin él. Y sin embargo, no renunciaba a ubicarlo en un plano preponderantemente intelectual. Al prologar un libro sobre Almafuerte, en 1962, Borges escribía:
El poeta argentino es un artesano o, si se prefiere, un artífice; su labor corresponde a una decisión, no a una necesidad. Almafuerte, en cambio, fue orgánico, como lo fue Sarmiento, como muy pocas veces lo fue Lugones. Tal vez todo lo reprimido, irrumpió en la vida de ese hombre de 64 años, a 12 años de haber conocido a la joven Emilia Lugones, bebe su cianuro solo, en ese lugar llamado El Tropezón, y establece su enigma…

Fuente: Jorge Aulicino

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