EL GRUPO DE ESCRITORES

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EL MONTE PARNASO

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EL MONTE PARNASO SE ENCUENTRA EN ATENAS, Y SEGUN LA MITOLOGÍA, EN SU LADERA SE REUNÍAN LAS MUSAS.

MARGARITA DEL C. MORALES LO DESCRIBE EN EL POEMA QUE SE ENCUENTRA A LA DERECHA DEL BLOG:



viernes, 17 de mayo de 2013

FRANCISCO LÓPEZ MERINO


Jorge Luis Borges era muy amigo del poeta platense Francisco López Merino, con quien se reunía con frecuencia en el Café "El Rayo" ubicado en la esquina de 1 y 44. Esto sucedía entre los años 1925 y 1928, cuando conjuntamente con otros escritores divulgaban aquí la llamada "Revista Oral". 
 También el amor de Borges por una mujer lo hacía viajar a La Plata con frecuencia, cuando visitaba a Elsa Astete Millán, que vivía en diagonal 80 esquina 4, y con quien se casaría 50 años después de conocerla, luego de que ella enviudara.
En esta misma ciudad el escritor dio su primera conferencia venciendo sus dificultades de hablar en público.
En el libro de María Esther Vázquez "Borges, Esplendor y Derrota" se ve una imagen fechada en 1928 que muestra al escritor junto a López Merino, sentados en un banco del zoológico de Buenos Aires. Al pie de la foto se indica que dos días más tarde de tomada esa imagen, López Merino se suicidaba en un baño del Jockey Club, a los 24 años. 

Efectivamente, Borges y López Merino fueron íntimos amigos. Francisco no había muerto joven, había decidido morir joven. 
 Según diría María Kodama, en un acto de reconocimiento al poeta platense: 
"Borges había quedado muy impactado con el suicidio de López Merino y se preguntaba, qué había podido llevarlo a tomar esa decisión, siendo tan joven y un escritor que comenzaba a ser reconocido. 
 De las páginas de "Cuaderno San Martín", el tercer libro de Jorge Luis Borges (1929): 


A Francisco López Merino 

 Si te cubriste, por deliberada mano, de muerte, 
 si tu voluntad fue rehusar todas las mañanas del mundo, 
 es inútil que palabras rechazadas te soliciten, 
 predestinadas a imposibilidad y derrota. 

 Sólo nos queda entonces 
 decir el deshonor de las rosas que no supieron demorarte, 
 el oprobio del día que te permitió el balazo y el fin.

 ¿Qué sabrá oponer nuestra voz 
 a lo confirmado por la disolución, la lágrima, el mármol?
 Pero hay ternuras que por ninguna muerte son menos: 
 las íntimas, indescifrables noticias que nos cuenta la música,
 la patria que condesciende a higueras y aljibe, 
 la gravitación del amor, que nos justifica. 

 Pienso en ellas y pienso también, amigo escondido, 
 que tal vez a imagen de la predilección, obramos la muerte, 
 que la supiste de campanas, niña y graciosa, 
 hermana de tu aplicada letra de colegial, 
 y que hubieras querido distraerte en ellas como en un sueño. 

 Si esto es verdad y si cuando el tiempo nos deja, 
 nos queda un sedimento de eternidad, un gusto del mundo,
 entonces es ligera tu muerte, 
 como los versos en que siempre estás esperándonos, 
 entonces no profanarán tu tiniebla 
 estas amistades que invocan. 


 El impacto que ocasionó en Borges la muerte de su amigo puede evidenciarse en otro increíble poema publicado en "Elogio de la sombra" (1969). porque la cita es más sutil, menos perceptible que en el indudable "A Francisco López Merino". 

 Mayo 20, 1928

 Ahora es invulnerable como los dioses. 
 Nada en la tierra puede herirlo,
ni el desamor de una mujer, 
 ni la tisis, ni las ansiedades del verso,
ni esa cosa blanca, la luna,
que ya no tiene que fijar en palabras. 
 Camina lentamente bajo los tilos; 
mira las balaustradas y las puertas,
no para recordarlas. 
 Ya sabe cuantas noches y cuantas mañanas le faltan. 
 Su voluntad le ha impuesto una disciplina precisa. 
Hará determinados actos,
cruzará previstas esquinas, 
tocará un árbol o una reja,
para que el porvenir sea tan irrevocable como el pasado.
 Obra de esa manera para que el hecho que desea y que teme 
no sea otra cosa que el término final de una serie. 
 Camina por la calle 49; piensa que nunca atravesará tal o cual zaguán lateral. 
 Sin que lo sospecharan, se ha despedido ya de muchos amigos.
 Piensa lo que nunca sabrá;
si el día siguiente será un día de lluvia.
 Se cruza con un conocido y le hace una broma.
Sabe que este episodio 
será, durante algún tiempo, una anécdota. 
 Ahora es invulnerable como los muertos. 
 En la hora fijada, subirá por unos escalones de mármol. (Esto perdurará en la memoria de otros). 
 Bajará al lavatorio; en el piso ajedrezado el agua borrará muy pronto la sangre. El espejo lo aguarda. 
 Se alisará el pelo, se ajustará el nudo de la corbata 
(siempre fue un poco dandy, como cuadra a un joven poeta) 
y tratará de imaginar que el otro, 
el de cristal, ejecuta los actos y que él, su doble, los repite.
La mano no le temblará cuando ocurra el último.
 Dócilmente, mágicamente, ya habrá 
apoyado el arma contra la sien. 
 Así, lo creo, sucedieron las cosas.


Fuente:   Internet
             "El cuaderno San Martín" de J. L: Borges
             "El elogió de la sombra" de J.L. Borges

2 comentarios:

  1. Amigos, buen artículo. Mis felicitaciones. Un detalle: en el título se lee "Lerino". Y más abajo también, en "etiquetas". Un abrazo!

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  2. Muchas gracias por el articulo, siempre que visito la biblioteca López Merino me pregunto por que habra tomado esa decision,pero ni siquiera su amigo conocio los motivos

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